26.11.10

Sobremesa

Diana se sienta lentamente en la mullida butaca mecedora, como cada domingo después de comer. Toma el libro que ha dejado abierto encima de la mesita, lo apoya en sus rodillas y se ajusta bien las gafas de leer. Antes de comenzar su lectura, respira profundamente y cierra los ojos.
Recuerda cuando era más joven y su cabello era negro azabache, oscuro como el carbón. Sus piernas. aún esbeltas y jóvenes, deseaban que llegara el sábado para salir, bailar, correr y navegar por esas locas noches llenas de estrellas y sueños.
Recuerda sus broches de colores, esas graciosas faldas con vuelo por las que su madre pasaba tardes y tardes cosiendo para luego romper en sonrisas cuando ella se las probaba.
Recuerda tardes con el mismo olor que desprende su pelo al sol, mientras un amigo tocaba la guitarra y otro quizás fumaba a escondidas.
Ahora tuerce el gesto, porque también recuerda momentos empañados por las lágrimas en los que quiso volver atrás y deshacer algo, cambiar el pasado, seguir siendo joven.
En ese momento, su nieta abre el pesado portón difícilmente con sus apenas siete añitos. La ve, sonríe y corre hacia ella.
 - ¡YAYA! - grita.
Y salta, y se abraza a su cuello. Diana percibe ese olor a inocencia y golosinas que desprende. Se separan, y su nieta abre la mano y le ofrece un bombón envuelto aún pero medio derretido. Quizás le haya sobrado, o quizás lo ha guardado especialmente para ella.
La ve alejarse a la carrera mientras el chocolate se funde lentamente en su boca, y piensa que no hay nada que podamos arreglar del pasado que tenga un sabor más dulce que lo que nos queda por vivir.
Por breve que sea.

23.11.10

Caminando

Es hora  de ponerse en el camino, de despertar.
Por fin han vuelto las ganas y la sonrisa, el brillo en los ojos, la ilusión. Por fin he perdido el miedo a las hojas vacias, a las horas llenas de pensamientos brillantes que no saben ser expresados, que se enquistan y me torturan. Por fin he abandonado la verguenza por el hacerme notar, sobre todo a mi misma.
Sí,ya es hora de empezar a construir un nuevo camino lejos de todo lo anterior y a la vez tan cercano.
Voy a expresar con palabras los sentimientos, voy a hacer florecer un jardín de maravillas otra vez desde mi interior. No espero sorprender a nadie más que no sea yo misma redescubriéndome y reinventandome.

Solo quiero dar las gracias a cierto Taller de Novela que ha hecho renacer en mi las ganas.